En Octubre de 2.006 Morgan anunció que el consorcio formado por ellos, QinetiQ, BOC, OSCar, las universidades de Cranfield y Oxford y el Ministerio de Industria y Comercio Británico llevaban desde finales de 2.005 trabajando en un prototipo propulsado por célula de combustible. Un año y medio más tarde, en el Salón de Ginebra de 2.008, Morgan presentó su prototipo totalmente funcional, el LifeCar.
La pila de combustible del LifeCar fue desarrollada por QinetiQ y era encargada de obtener energía eléctrica mediante la oxidación del hidrógeno molecular por medio del oxígeno contenido en el aire atmosférico, obteniendo electricidad para alimentar a los motores eléctricos (desarrollados por la universidad de Oxford) y emitiendo a la atmosfera sólamente vapor de agua, por lo que las emisiones contaminantes son nulas, además su funcionamiento era ultrasilencioso. El rendimiento energético de la célula de combustible era muy superior al de un motor de combustión interna, situandose alrededor del 45%. Para mejorar este rendimiento, cada uno de los cuatro motores (uno en cada rueda) actuaban como generadores durante las frenadas, recargando las baterías del coche.
Otra peculiaridad del Life Car fueron sus baterías de ultracondensadores, capaces de almacenar o generar una intensidad eléctrica de hasta 1.000 amperios, algo impensable en las baterias normales, mucho más pesadas y que además contienen metales tóxicos. Con el LifeCar, Morgan consiguió combinar las líneas de los años ’30 con la más moderna tecnología, creando un automóvil deportivo sin emisiones contaminantes cuyo consumo de energía era equivalente a 1,8 l de gasolina cada 100 kilómetros. A pesar de acelerar de 0 a 100 km/h en menos de siete segundos el resto de sus prestaciones son discretas, con una velocidad máxima de 135 km/h y una autonomía que rondaba los 320 km.
