Probablemente el 35º Rallye de Montecarlo disputado entre los días 14 y 20 de enero de 1.966 pasará a la historia como uno de los capítulos más escandalosos acaecidos en la competición automovilística, demostrando que la política y el deporte siempre deben de ir por separado.
A pesar de las dificultades para homologar el coche tras la entrada en vigor del Anexo J del reglamento tan sólo un par de meses antes de la competición, la escudería Mini Cooper volvió a alinearse en Rallye de Montecarlo y volvió a vencer por tercer año consecutivo, ocupando además los tres escalones del podium; 1º Timo Mäkinen (nº2), 2º Rauno Aaltonen (nº242) y 3º Paddy Hopkirk (nº230). Esta nueva victoria del equipo británico parece que no gustó a los organizadores franceses, que comenzaron una inspección exhaustiva y sin precedentes de los Mini.
Tras varias horas de investigación, en las que, según se cuenta, los Mini llegaron a ser prácticamente desguazados, los jueces sentenciaron que debían ser descalificados ya que montaban bombillas de un único filamento. Estas lámparas estaban prohibidas por la legislación francesa de la época, y aunque en Inglaterra eran legales y el coche salía de fábrica homologado con ellas, la decisión fue inapelable y los tres Mini Cooper S fueron descalificados. Con ellos cayeron también y por la misma causa los tres Ford Cortina británicos, entre ellos el del 4º clasificado Roger Clark.
La nueva clasificación entregó la victoria a Pauli Toivonen, 5º clasificado, que pilotaba un Citroën DS 21. Por fin un equipo francés volvía a vencer en Montecarlo. Se dice que al recibir la noticia, Toivonen se sintió avergonzado. Aunque estuvo a punto de no volver a presentarse, el equipo Mini volvió en 1.967 y se sacó la espinita con una nueva victoria de Rauno Aaltonen.